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martes, 12 de octubre de 2010

Una entrega total

El templo de la Sagrada Familia es expiatorio. Esto significa que debe nutrirse de sacrificios. ¿Qué quiere decir esto? 

El punto de partida, como siempre, es mirar a Jesucristo. Él con su entrega de amor, viene a transformar el sentido antiguo de la expiación. No es sólo que Dios no exige la sangre de un inocente por los pecados de los culpables, sino que nos da la vida de su Hijo para destruir el pecado y recrear nuestras relaciones con Él y con los hermanos. La expiación es el Sacrificio del Hijo que nos transforma en hijos y hermanos.
 

PENSANDO UN POCO MÁS...
 
LA DIVINA LITURGIA.
Voy a glosar (…) un bello aforismo de Mahatma Gandhi que hace poco he leído en un alamanaque. Gandhi señala los tres espacios vitales del cosmos, cada uno de ellos con su propio modo de ser. En el mar viven los peces y callan, los animales de la tierra gritan; pero las aves, cuyo espacio vital es el cielo, cantan. Lo propio del mar es el silencio; lo propio de la tierra es el grito; lo propio del cielo es el canto. Pero el hombre participa en las tres cosas: lleva en sí la profundidad del mar, la carga de la tierra y la altura del cielo, y por eso le pertenecen las tres propiedades: el callar, el gritar y el cantar. 

Hoy –podríamos añadir- vemos cómo al hombre, después de perder la trascendencia, le resta sólo el grito, porque sólo quiere ser tierra e intenta convertir el cielo y la profundidad del mar en tierra suya.
 
La liturgia rectamente entendida, la liturgia de la comunión de los santos, devuelve la integridad al hombre. Le invita de nuevo a callar y a cantar abriéndole la profundidad del mar y enseñándole a volar, que es el ser del ángel; elevando los corazones, hace sonar de nuevo en ellos el canto olvidado. Y podemos afirmar, a la inversa, que la liturgia bien entendida nos libra del histrionismo general y nos devuelve la profundidad y la altura, el silencio y el canto. 

La liturgia bien entendida se conoce en que es cósmica, no grupal. Canta con los ángeles. Calla con la profundidad expectante del universo. Y redime así la tierra.

La imagen del mundo y del hombre en la liturgia…, p.148
(Orar, Joseph Ratzinger)


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