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viernes, 15 de octubre de 2010

El origen + ¿diremos "el tiempo de la Iglesia ha pasado"?


El origen de la Sª Familia de BCN se remonta a un libreroSr. Bocabadella-, hombre sencillo, pertenecía al Instituto Josefino que promovía la devoción a San José. Hacía apostolado para acercar a la gente a Dios. En aquella época habían enemistades entre patronos y obreros. Él pretendía promover la paz en los ambientes laborales.
 
Viajó a Loreto, dónde está la Santa Casa de Nazareth. Allí pensó en unir la devoción a San José y a la Sagrada Familia. 
 
Pedía limosnas para construir un templo. Compró un terreno en St Martí de Provençals. Encargó realizar un templo neogótico pequeño –es la cripta actual- a Francisco de Paula Vilar, quien abandona el proyecto a los 2 años. En el 1883 le llega el encargo a Gaudí. Cuando muere Gaudí sólo estaba hecha la fachada del nacimiento. 

Gaudí se considera un aprendiz de Dios. En el Templo quiere reflejar la historia de la salvación a través de la naturaleza.

Gaudí quiso empezar la obra se la SªF y hacer las maquetas. Pero dispuso que los que lo acabaran pusiesen su propio sello en la obra, les dejó libertad para interpretarlo.


PENSANDO UN POCO MÁS...
[_ ¿No podrá suceder también que alguna vez haya que decir: “Sí, el tiempo de la iglesia ya ha pasado?” Y quién sabe, ¿por qué no iba a ser posible que Dios abandone a su iglesia, que se canse de ella y se retire, al menos temporalmente?
 
El cansancio de la iglesia existe, y sin duda también el fenómeno de “cambiar el candelero de sitio”. Recordemos el siglo XI. La iglesia casi se durmió, estuvo a punto de desaparecer. Situaciones similares podrían repetirse siempre. Entonces el Espíritu Santo nos avergüenza enviando de repente la necesaria renovación de un sitio completamente distinto. Las fuerzas renovadoras de su tiempo surgieron entonces en Teresa de Ávila, en Juan de la Cruz, en Ignacio de Loyola, en Felipe Neri y en algunos otros. Su nuevo impulso sorprendió y asustó primero a la institución, pero, en última instancia, se reveló como el punto de partida de la verdadera renovación.

Benedicto XVI. Dios y el mundo, p. 342


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